¿Por qué son importantes los antimicrobianos en el vino?

¿Alguna vez te has preguntado cómo puede el vino conservar sus propiedades meses, o incluso años, después del embotellado?

Gran parte de esta respuesta radica en el control de los microbios presentes de forma natural en el vino.

En enología, los antimicrobianos son sustancias que se utilizan para evitar el crecimiento de microbios indeseados, como levaduras, bacterias y mohos. Si no se controlan, pueden causar fermentaciones indeseadas, estropear los aromas, convirtiéndose en vinagre, por ejemplo, y pueden crear inestabilidad en las botellas acabadas.

El antimicrobiano más conocido es el dióxido de azufre o SO₂. Si se utiliza y dosifica correctamente, no afecta al sabor del vino, y mantendrá su calidad.

Los antimicrobianos son como los guardianes del vino. Evitan la fermentación indeseada, protegen los aromas del vino y prolongan su vida útil y su estabilidad.

Los antimicrobianos pueden formar parte de una estrategia más amplia que incluye control de temperatura, filtración, y un acondicionamiento higiénico adecuado de la bodega. Se suelen utilizar en la vinificación para inhibir el deterioro microbiano después del embotellado, para preservar la calidad del vino.

Y no debes preocuparte por los sulfitos porque su uso está estrictamente regulado y en la cantidad adecuada, no alterará el sabor del vino pero conservará su frescura, y no supone ningún riesgo para la mayoría de los consumidores.

Algunos enólogos incluso elaboran vinos sin sulfitos añadidos, pero esto requiere un nivel adicional de atención microbiana para minimizar cualquier problema.

En conclusión, los antimicrobianos son clave para elaborar vinos limpios, que envejezcan bien y sean agradables.
Gracias a ellos, un vino puede permanecer estable y tener un sabor agradable incluso mucho tiempo después.

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